Es difícil adivinar a donde van las hadas
cuando quieren peregrinar.
Cogen el camino que mejor les parece y se
van a correr mundos, o cielos, o planetas,
o cuevas submarinas.

Ellas se pueden permitir hacer lo que les plazca
porque para eso son hadas.

A mí no me lo cuentan pero sé bien que algunas
dicen que se van, pero no. En realidad, se quedan
tranquilamente en sus casas descansando o leyendo
un buen libro. Que es otra manera de peregrinar,
solo que hacia dentro.

Y las que sí se van, peregrinando mundos, vuelven
con los ojos llenos de paisajes nuevos, la memoria
repleta de palabras y el alma rebosante de sensaciones.
Y en las noches que siguen a su regreso, reunidas
en sus círculos de baile, relatan canciones y poemas,
hablan de todo lo vivido y entrelazan historias
que no acaban hasta el amanecer.